sábado, 7 de febrero de 2015

Último poemario de José Lupiañez Barrionuevo

Pues sí, nuestro compañero (y vuestro profesor, queridos alumnos) José Lupiañez comenzó el nuevo curso académico de la mejor manera posible para un escritor: con la publicación de una nueva obra. Y es que desde septiembre del año pasado podemos leer su último poemario, Pasiones y penumbras (Ediciones Carena, 2014).





Sobre la luminosidad de esta obra, y aunque pertenezca al capítulo A OSCURAS Y EN SECRETO, nada mejor que leer EL ESCRIBA SENTADO:

No sabe el corazón
qué palabras se ocultan 
tras la emoción que puja
por soltarlas,
por hacerlas vivir
aquí, en los versos.
No sabe qué camino
tomarán; va la mano
deslizándose sola
sobre el papel,
dejando negros signos
que quisieran fijar
en este instante
la plenitud que rige,
la armonía,
la música secreta
de la vida y las cosas:
esta luz sobre el mar,
esas nubes viajeras,
aquel barco a lo lejos...
y aquí mi alma,
el alma del escriba feliz
bajo la sombra azul
de la palmera.

Como vemos, el escriba sentado es un escriba feliz, que desnuda su alma ante el lector y le cuenta de qué manera más sencilla (que no fácil) se despliega el poema en un momento de lo más cotidiano. Al escriba sentado le ayuda a ser el escriba feliz ese estar atento a lo efímero, de una manera que solo los poetas son capaces de captar.

Para el disfrute del poema, al apasionado de la escritura le basta (¡cómo no!) la belleza de las propias palabras escogidas, y luego magistralmente combinadas, que le llegan de manera directa al corazón. Pero si a la belleza per se, a la magia del sabio uso de la palabra y su exacta colocación (¡tan difícil! ¡Inlelijencia, dame el nombre exacto de las cosas!... Que la palabra sea la cosa misma..., dijo Juan Ramón), si a todo eso, digo, se le suma la sensibilidad por el que sufre, o por el olvidado, el poema proporciona todo lo que se le puede pedir.

Lo podemos ver en TAM TAM CERCANO:

África, negro, sangre,
la langosta devasta
y el baobab mantiene 
su pregunta de sombras.

África, negro, sangre,
vidas muy cortas, ríos,
desiertos y diamantes:
no llega la esperanza.

África, negro, sangre,
infierno de belleza,
de sinrazón, de olvido.
La muerte se abre paso.

África, negro, sangre,
un clamor que se eleva,
desde el caos, en la noche,
pero que a nadie alcanza.

África, negro, sangre,
prosigue el exterminio,
en la hora letal de la mentira,
de la migaja.


¡Qué belleza ese tam, tam, tam, África, negro, sangre! La musicalidad se hace poema.

¿Y qué podemos decir de ÉXODO, nosotros, aquí, muy cerca de la tragedia que se vive en el Mediterráneo, tan a menudo?:

De borrosos países de miseria y de muerte,
desde el fondo más negro  del África abismal,
llegan estos hermanos pidiendo algo de suerte,
eso dicen sus ojos, que azotó el vendaval.

Han cruzado las selvas e infinitos desiertos,
unsol amargo hería su esperanza fatal;
y han cruzado los ríos, vagos oasis inciertos,
muy cansados, sedientos, por la senda infernal.

Aquel rostro de un niño, la madre triste y fuerte,
el joven que ha soñado su ambigua libertad,
los que dejan dolientes su poblachón inerte,
sus hogares de barro, que amasó la ansiedad...

Estos que aquí se aprietan, en la barca profunda,
que un Caronte gobierna, sin rostro, en esa mar;
estos que tiemblan, gritan, maldicen en la inmunda 
barcaza que se inunda y quiere naufragar. 

Estos hermanos negros que claman su infortunio,
los que han sido arrojados a la nada sin más,
van perdidos, sin rumbo, en la noche de junio,
vencidos por las olas de tanta adversidad.

En raras lenguas voces reclaman el auxilio;
algunos ya se hunden, las rocas, el final;
la sangre tiñe el agua, la sangre del exilio;
si algunos han llegado, murieron los demás...


Alumno, compañero, espero que el disfrute de estos tres poemas, a modo de pequeños afluentes, te lleve a ese gran río que es Pasiones y penumbras. Lo tenemos en nuestra biblioteca.




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